En el siglo XII se mató al último bisonte ibérico en Navarra, siendo ya muy raro en Europa Occidental; para el siglo XIV, sólo quedaban unas pocas cabezas en la región francesa de las Ardenas que no resistieron hasta el final del siglo. Los bisontes pervivieron en Rumanía hasta 1762 y en la Transilvania bajo dominio austro-húngaro hasta 1790.
Por su parte, desde el siglo XVI las dinastías reinantes en Rusia, Lituania y Polonia consideraron que la muerte de un bisonte era privilegio de la realeza, llegando a castigar el furtivismo incluso con la muerte en algunas ocasiones. Esto permitió una supervivencia más o menos aceptable de este animal en Europa Oriental hasta la Primera Guerra Mundial, cuando comenzaron a ser masacrados por decenas para alimentar a los refugiados y los soldados en el frente. En 1919 murió el último bisonte polaco en la región de Bialowieza, y en 1927 lo hizo el último ejemplar que vivía en libertad en el Cáucaso, como parte de la campaña soviética de los años 20 para erradicar varios grandes animales de la zona. La especie se habría extinguido totalmente de no haber en ese momento 50 individuos viviendo en zoológicos repartidos por todo el mundo.Es el mamífero terrestre salvaje más grande de Europa y uno de los más amenazados, por lo que es objeto de varios programas de reproducción en cautividad llevados a cabo en parques zoológicos.
Desde ahora se establecerá un núcleo de cría en el norte de España para impulsar la conservación de una especie en peligro de extinción, y de paso aprovecharlo para el desarrollo turístico, cinegético, cárnico y como gran consumidor de matorral, con lo que el bisonte se convierte en un fabuloso aliado para la lucha contra incendios.
La asociación confía en que los dos machos y cinco hembras que llegan a San Cebrián sirvan para establecer una simbiosis positiva para el medio ambiente y para luchar contra "la constante pérdida de biodiversidad que sufrimos en nuestros montes".